Envejecimiento activo y saludable: el reto de la longevidad

on demasiada frecuencia infravaloramos todo lo relacionado con la vejez y el progresivo envejecimiento de nuestra población, resaltando sus aspectos más negativos y el coste creciente que supone hacer frente a sus necesidades asistenciales. Frente a la tendencia de marginar y discriminar a las personas mayores solo por su edad (edadismo, término y concepto acuñado en 1968 por el gerontólogo Robert Butler), deberíamos sentirnos orgullosos de la mayor longevidad de nuestra población y valorarla como un verdadero triunfo. La longevidad constituye todo un éxito de las políticas de salud pública y constata un mayor desarrollo socio-económico. Pero evidentemente esta mayor longevidad también representa un RETO y un desafío que obliga a impulsar políticas y programas para mejorar la SALUD, la PARTICIPACIÓN y la SEGURIDAD de las personas mayores.

Siempre que se habla de vejez y salud saltan las alarmas por el mayor gasto sanitario que representa su asistencia sanitaria, cuando lo realmente costoso no es la longevidad en sí, sino la mala salud, la discapacidad y la dependencia. Esta escalada de costes se relaciona, tal como reconoce la OMS, con circunstancias que nada tienen que ver con el envejecimiento sino con ineficiencias en la prestación sanitaria. Los Servicios de Salud actuales están concebidos para cubrir las necesidades anteriores a la transición demográfica (población cada vez más longeva) y epidemiológica (predominio de las enfermedades crónicas y degenerativas), que son muy útiles para atender procesos agudos pero ineficientes para atender las enfermedades crónicas y el creciente envejecimiento de la población. Ante esta situación se hacen necesarios Cuidados de larga duración, en los que la Promoción de la Salud, la prevención y manejo del declive, y la educación para el autocuidado son fundamentales. Si los Servicios de Salud no desarrollan la Cultura del Cuidado para dar respuesta a esta mayor longevidad, poniendo al mismo nivel el CURAR y el CUIDAR, verán comprometida su sostenibilidad y efectividad. Se trata que las personas vivan con salud el mayor tiempo posible aumentando no solo los años de vida, sino los años vividos libres de discapacidad.

Cuando hablamos de Envejecimiento Activo y Saludable, no nos referimos únicamente a la capacidad de estar físicamente activo, sino que se trata del PROCESO DE OPTIMIZACIÓN de las oportunidades de salud, participación y seguridad con el fin de mejorar la calidad de vida a medida que las personas envejecen, e implica su participación continua en las cuestiones sociales, económicas, culturales, espirituales y cívicas (Envejecimiento Activo: Un marco político. OMS, 2002). Este proceso de Envejecimiento Activo y Saludable para alcanzar sus objetivos, tiene que llevarse a cabo a lo largo de todo el ciclo vital, no solo en la etapa final de nuestras vidas.

Tenemos que ser conscientes de que las personas mayores no son un grupo homogéneo y de que la diversidad aumenta con la edad; hay que tener en cuenta también la perspectiva de género en el proceso de envejecimiento (mayor proporción de mujeres, peores condiciones económicas, el impacto acumulado de las desigualdades sociales, etc.), dado que las mujeres de edad avanzada son las que más necesitan el cuidado de la comunidad. Es una obligación social el proporcionárselo, ya que ellas en edades más jóvenes han asumido el papel de cuidadoras familiares no remuneradas, lo que ha limitado su desarrollo profesional y su seguridad financiera.

Los tiempos han cambiado y no podemos abordar el envejecimiento con criterios basados en la edad cronológica ni seguir las mismas estrategias que en épocas anteriores en  las que expectativa de vida tras la jubilación laboral era más corta.

 

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